DY OPINIÓN
By Danielo Hernández
Luego de más de un año en que se cerraron por completo un sin número de actividades que le dieron un giro de 180 grados a nuestros hábitos y rutinas, en muchos sectores de nuestra sociedad existen ya una serie de sentimientos encontrados que no nos permiten actuar libremente y retomar la normalidad de nuestras vidas.
Muchas familias celebran con júbilo que sus abuelitos hayan recibido ya la vacuna contra el COVID 19; pero otras tantas aun lloran a aquellos que sucumbieron ante el terrible virus. Los comerciantes, tienen esperanza que el cambio de semáforo epidemiológico les mejore la suerte y les permita llevar el sustento a sus casas luego de meses que han parecido interminables donde muchos, han cerrado sus puertas y malbaratado lo poco que les quedaba.
Por otro lado, nuestros niños y jóvenes han padecido un triste encierro que muy seguramente los habrá de marcar para el resto de sus vidas. A los primeros, este año sin escuela, ni amigos, ni juegos, les dejará una huella profunda que se reflejará en un futuro no muy lejano. A los segundos los marcará una experiencia aun incuantificable al haber tenido que transitar de la adolescencia a la adultez con una realidad que nadie conocíamos.
Sin duda el miedo sigue en el aire y la desesperanza es un sentimiento que a muchos les inunda. Hay hartazgo, cansancio y desilusión. Sin embargo debemos estar dispuestos al cambio, llenos de esperanza, preparándonos para salir a conquistar todo aquello que habíamos dejado pospuesto o que el virus nos hizo replantearnos.
Digamos adiós al miedo, a todo lo viejo que se aferra a no dejarnos avanzar. Preparémonos para un nuevo comienzo con energías renovadas y muchos sueños y proyectos por cumplir. Tengamos fe y esperanza que esta situación pronto habrá de terminar. Creamos como dice un dicho de la sabiduría popular que “el momento más oscuro de la noche es precisamente cuando está a punto de amanecer”.
Una nueva mañana nos está esperando, no le tengamos miedo al cambio.